Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

El nacimiento de Dolly, el primer mamífero clonado, profundizó el debate ético y social sobre los límites de la reproducción humana asistida. La clonación, como fórmula para concebir hijos, cuenta con el rechazo de la gran mayoría de los científicos que trabajan en reproducción asistida. Pero en lo que aún no existe una opinión firme es si la haploidización, una manipulación que utiliza técnicas similares a la clonación, debería ser ética y científicamente admisible, informa el diario ABC.



De este nuevo debate se ha hace eco la revista «Human Reproduction», donde científicos japoneses, estadounidenses y alemanes rechazan esta técnica, que empieza a conocerse también con el término de «semiclonación reproductiva». Estos investigadores consideran que la haploidización «parte de un argumento erróneo» y es totalmente «insostenible» por las anomalías que podrían sufrir los embriones.



Padres sin donación



Sin embargo, este nuevo método de fecundación podría convertirse en un tratamiento esperanzador cuando fallan las técnicas comunes de fecundación «in vitro». Permitiría ser padres a hombres y mujeres sin espermatozoides ni óvulos, y sin recurrir a una donación. Ante la ausencia de gametos masculinos y femeninos, la «semiclonación» recurre a otras células de la pareja para concebir un hijo con las características genéticas de los progenitores. En esta técnica trabajan científicos australianos y norteamericanos, pero el grupo que lidera la investigación es europeo y en él participa Carmen Mendoza, que codirige el centro «Molecular Assisted Reproduction&Genetics», de Granada. Mendoza y su marido, el ginecólogo francés Jan Tesarik, demostraron hace dos años que la haploidización es científicamente posible tras fecundar dos embriones sin utilizar los óvulos de las madres en el proceso. La fecundación se realizó a partir de una célula somática femenina, extraída, en ese caso, del líquido folicular del ovario. Aunque el método podría aplicarse también a pacientes sin ovarios, para lo cual podrían utilizarse linfocitos u otras células.



Básicamente, el proceso consiste en «fabricar» un nuevo ovocito a partir del núcleo de una célula somática de la futura madre y el óvulo de una donante, al que previamente se le ha extraído el núcleo. Este óvulo posteriormente se fecunda con el espermatozoide del padre, mediante las técnicas habituales de fecundación «in vitro». El resultado sería un bebé con los genes de tres personas diferentes, aunque la contribución genética de la donante sería poco relevante.



Reducción cromosómica natural



Pero el punto más débil y polémico de este proceso es la haploidización o separación cromosómica. El problema se plantea al utilizarse células somáticas que son diploides (tienen 23 pares de cromosomas), de tal forma que si se fecunda el ovocito resultante de una transferencia nuclear con un espermatozoide, que es haploide (con un solo juego de 23 cromosomas), los embriones resultantes tendrían tres pares de cromosomas. Sin embargo, el resultado debe ser un embrión normal, gracias a la reducción cromosómica que se produce de forma natural. «Realizamos un proceso de activación ovocitaria que permite que el óvulo como célula inteligente elimine el sobrante de cromosoma que le molesta para crear un embrión viable».



Siguiendo estos pasos se concibieron los dos embriones que permanecen congelados en una clínica de Sao Paulo (Brasil) porque la legislación europea prohíbe la introducción de una célula somática en un ovocito. En tres de los seis ovocitos se logró la reducción cromosómica y dos originaron los embriones viables. Allí permanecen congelados desde hace dos años porque los propios científicos mantienen «dudas médicas» que les impiden implantarlos, relacionadas con un mayor riesgo de anomalías cromosómicas, muerte prematura y tumores.



Mendoza reconoce que el temor existe y no se ha podido disipar porque la investigación progresa lentamente por trabas legales y económicas. Los trabajos siguen en roedores y son alentadores. Pese a las críticas, este grupo europeo está convencido de que la «semiclonación» es una opción viable.